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7 signos tempranos del trastorno de pánico en niños, un enfoque científico

7 signos tempranos del trastorno de pánico en niños, un enfoque científico

El panorama de las ansiedades infantiles es tan complejo como inquietante. Entre ellos, el trastorno de pánico destaca no sólo por su intensidad, sino también por su potencial para perturbar significativamente los años de formación de un niño. Caracterizado por ataques de pánico recurrentes e impredecibles y por la preocupación por futuros episodios, el trastorno de pánico en los niños puede dar lugar a una enigmática serie de síntomas que pueden confundir incluso a los padres y cuidadores más atentos.

Comprender el trastorno de pánico en la demografía pediátrica es vital, ya que la detección precoz y la intervención temprana pueden alterar el curso del trastorno, lo que conduce a mejores resultados y una mejor calidad de vida. Este artículo pretende arrojar luz sobre los signos tempranos del trastorno de pánico en los niños, con el apoyo de la investigación científica, con el objetivo de capacitar a los adultos que desempeñan un papel crucial en la vida de los niños con conocimientos y perspectivas de acción.

1. Síntomas físicos: Las manifestaciones físicas del pánico.


Cuando pensamos en el trastorno de pánico, a menudo imaginamos la dramática representación de los ataques de pánico en los medios de comunicación: un adulto jadeando, abrumado por el terror. Sin embargo, en los niños, estos síntomas físicos pueden no ser tan obvios o no asociarse tan fácilmente con la angustia psicológica. El pánico pediátrico puede manifestarse como una serie de molestias físicas, que a menudo conducen a visitas al pediatra por síntomas que no tienen un origen físico evidente.

Palpitaciones cardíacas. La sensación de que el corazón late demasiado fuerte o demasiado rápido puede ser una experiencia aterradora para un niño. La literatura científica documenta sistemáticamente la presencia de sensibilización cardiaca en niños con trastorno de pánico, lo que pone de relieve la posibilidad de que se interprete erróneamente como una cuestión puramente fisiológica y no psicológica[^1^].

Sudoración y temblor: Del mismo modo, la sudoración profusa y los temblores son síntomas físicos que pueden señalar el inicio de un ataque de pánico[^2^]. A diferencia de los adultos, a los niños les puede resultar difícil expresar estas experiencias, y en su lugar muestran signos visibles de ansiedad, como aferrarse a un cuidador o expresar el deseo de abandonar una situación bruscamente.

Malestar gastrointestinal: Los niños que experimentan ataques de pánico también refieren con frecuencia dolor abdominal y náuseas. El eje intestino-cerebro -una compleja red de comunicación que conecta el sistema nervioso intestinal con el sistema nervioso central- desempeña aquí un papel clave, ya que los estudios sugieren que los niños con trastorno de pánico pueden tener una mayor sensibilidad a las sensaciones corporales internas[^3^].

2. Evitación conductual: Cuando el miedo dicta la acción

El tapiz de la infancia suele estar tejido con diversos miedos y ansiedades que forman parte natural del crecimiento. Sin embargo, cuando el miedo empieza a dictar el comportamiento de un niño hasta el punto de evitarlo, puede ser una señal de alarma de trastorno de pánico. La evitación conductual en los niños con trastorno de pánico puede manifestarse como una reticencia constante a participar en actividades o ir a lugares donde han experimentado ataques de pánico en el pasado.

Los niños pueden empezar a evitar lugares como el colegio, las reuniones sociales o incluso el transporte público, lugares en los que un ataque de pánico puede ser especialmente perturbador o de los que puede resultar difícil escapar. Este nivel de evitación es más que una mera preferencia o capricho infantil; es una maniobra defensiva, a menudo subconsciente, arraigada en la necesidad de evitar una ansiedad abrumadora.

Los estudios han demostrado que el comportamiento de evitación puede afectar significativamente al desarrollo social y al rendimiento escolar de los niños. Esto puede crear un ciclo en el que la evitación alimenta aún más la ansiedad, dando lugar a manifestaciones más graves del trastorno de pánico[^4^]. El reconocimiento y el tratamiento tempranos de la conducta de evitación pueden interrumpir este ciclo y son vitales en el proceso de tratamiento de los niños afectados.

7 signos tempranos del trastorno de pánico en niños, un enfoque científico 3. Patrones respiratorios alterados: Disnea preventiva

Antes de un ataque de pánico en toda regla, algunos niños pueden experimentar cambios en sus patrones respiratorios. Los padres pueden notar que su hijo jadea de repente o que hace respiraciones cortas y rápidas sin motivo aparente. Estos síntomas respiratorios no son sólo reacciones físicas, sino que están entrelazados con el estado psicológico del niño.

El concepto científico de "hipersensibilidad respiratoria" puede explicar por qué algunos niños son más propensos a desarrollar trastornos de pánico. Esta hipersensibilidad significa que el niño es muy consciente de las dificultades respiratorias, lo que puede desencadenar o exacerbar los ataques de pánico. Se trata de un marcador fisiológico que puede preceder al desarrollo del trastorno de pánico y que, cuando se identifica, puede tratarse mediante intervenciones terapéuticas como técnicas de respiración controlada para evitar su agravamiento[^5^].

4. Distorsiones cognitivas: Pensamiento destructivo en la infancia

No se suele asociar a los niños con patrones de pensamiento complejos que puedan conducir a trastornos de pánico, pero las distorsiones cognitivas son un componente importante de estas afecciones. Los niños con trastorno de pánico pueden mostrar una tendencia al pensamiento catastrofista, en el que perciben una situación como mucho peor de lo que realmente es. Esto puede manifestarse como una preocupación extrema por las consecuencias de un acontecimiento menor, como un pequeño error en el trabajo, que se convierte en miedo al fracaso escolar y frustración de los padres.

La investigación en terapia cognitivo-conductual (TCC) revela que los niños, al igual que los adultos, pueden desarrollar patrones de pensamiento que contribuyen y exacerban los trastornos de pánico. Estos patrones pueden incluir el pensamiento de "todo o nada", la sobregeneralización y la individualización[^6^]. Es importante que los cuidadores y educadores reconozcan estos signos, ya que las intervenciones cognitivo-conductuales tempranas pueden ser especialmente eficaces en poblaciones más jóvenes, ayudándoles a desarrollar formas más sanas de interpretar sus experiencias.

5. Trastornos del sueño: El precursor no reconocido

7 signos tempranos del trastorno de pánico en niños, un enfoque científico

Los niños necesitan dormir lo suficiente para un desarrollo sano, y las alteraciones en sus patrones de sueño pueden ser un signo revelador de problemas subyacentes, incluido el trastorno de pánico. Los padres pueden notar que su hijo tiene pesadillas frecuentes o se queja de despertares nocturnos con sentimientos de miedo o pánico. Algunos niños pueden mostrarse reacios a dormir, lo que puede estar relacionado con la ansiedad ante la posibilidad de sufrir un ataque de pánico por la noche.

Los estudios del sueño en poblaciones pediátricas han sugerido una relación entre los trastornos de ansiedad y los trastornos del sueño. Por ejemplo, los ataques de pánico nocturnos pueden producirse en niños y se asocian a una alteración de la arquitectura del sueño, lo que provoca fatiga diurna, que puede exacerbar aún más los síntomas de ansiedad[^7^].

El reconocimiento y el tratamiento de los trastornos del sueño son cruciales. Las prácticas de higiene del sueño, las técnicas de relajación a la hora de dormir y el apoyo profesional pueden ayudar a gestionar estos problemas relacionados con el sueño, mejorando así el bienestar general y reduciendo la probabilidad de sufrir ataques de pánico.

6. Sensibilidad intersubjetiva: La mayor conciencia del cuerpo

La sensibilidad interoceptiva se refiere a la mayor conciencia de las sensaciones corporales internas, que puede ser un precursor del trastorno de pánico en los niños. Un niño con un alto nivel de sensibilidad interoceptiva puede ser más propenso a notar y reaccionar ante cambios en el ritmo cardíaco, la respiración o la tensión muscular, lo que a su vez puede desencadenar una reacción de pánico.

Este fenómeno se ha observado en varios estudios que examinan la respuesta del organismo al estrés en niños con trastornos de ansiedad. Los niños con trastorno de pánico pueden malinterpretar estas sensaciones corporales normales como peligrosas, lo que provoca un aumento de la ansiedad y la posibilidad de sufrir un ataque de pánico[^8^]. Los ejercicios de exposición intertextual, un componente de la TCC, han demostrado ser prometedores para ayudar a los niños a reducir el miedo asociado a las sensaciones físicas. 

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7. Desregulación emocional: los cambios de humor como precursores

Los niños todavía están aprendiendo a regular sus emociones, por lo que los cambios de humor a veces pueden considerarse una parte normal de la infancia. Sin embargo, los cambios de humor extremos podrían ser indicativos de un trastorno de pánico. En este contexto, la disfunción emocional no consiste en el típico arrebato de ira por un juguete, sino en reacciones emocionales intensas y desproporcionadas a la situación.

Las investigaciones longitudinales han demostrado que los niños que muestran signos de disfunción emocional, como miedo o ira intensos en respuesta a situaciones no amenazantes, pueden tener un mayor riesgo de desarrollar un trastorno de pánico y otros trastornos de ansiedad más adelante[^9^]. Los programas de intervención temprana centrados en la regulación emocional pueden ser beneficiosos para ayudar a los niños a aprender a gestionar sus reacciones al estrés.

Conclusión

La detección precoz del trastorno de pánico en niños es una tarea compleja pero de vital importancia. Al comprender y reconocer los 7 signos tempranos -desde los síntomas físicos y las conductas de evitación hasta las alteraciones del sueño y la disfunción emocional- los padres, cuidadores y profesores pueden tomar medidas proactivas para buscar orientación profesional. Los matices de cada punto, basados en pruebas científicas, iluminan el camino hacia una intervención temprana y eficaz, que puede conducir a mejoras significativas en la vida del niño afectado.

Recuerde que la salud mental de un niño es tan crítica como su salud física. La sociedad debe fomentar un entorno que preste atención a los primeros susurros de angustia psicológica, permitiendo que nuestros niños desarrollen todo su potencial sin tener que cargar con un trastorno de pánico no tratado.

Contenido original del equipo de redacción de Upbility. Prohibida la reproducción total o parcial de este artículo sin citar al editor.

Recursos :

  1. Clark, D. M., & Beck, A. T. (2010). Cognitive therapy of anxiety disorders: Science and practice. Guilford Press.

  2. Kossowsky, J., Pfaltz, M. C., Schneider, S., Taeymans, J., Locher, C., & Gaab, J. (2013). The separation anxiety hypothesis of panic disorder revisited: a meta-analysis. American Journal of Psychiatry, 170(7), 768-781.

  3. Pincus, D. B., May, J. E., Whitton, S. W., Mattis, S. G., & Barlow, D. H. (2010). Cognitive-behavioral treatment of panic disorder in adolescence. Journal of Clinical Child & Adolescent Psychology, 39(5), 638-649.

  4. Puliafico, A. C., & Kendall, P. C. (2006). Threat-related attentional bias in anxious youth: A review. Clinical Child and Family Psychology Review, 9(3-4), 162-180.

  5. Reiss, S., Peterson, R. A., Gursky, D. M., & McNally, R. J. (1986). Anxiety sensitivity, anxiety frequency and the prediction of fearfulness. Behaviour Research and Therapy, 24(1), 1-8.

  6. Weems, C. F., & Costa, N. M. (2005). Developmental differences in the expression of childhood anxiety symptoms and fears. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 44(7), 656-663.

  7. Ginsburg, G. S., Riddle, M. A., & Davies, M. (2006). Somatic symptoms in children and adolescents with anxiety disorders. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 45(10), 1179-1187.

  8. Stein, M. B., Goldin, P. R., Sareen, J., Zorrilla, L. T. E., & Brown, G. G. (2002). Increased amygdala activation to angry and contemptuous faces in generalized social phobia. Archives of General Psychiatry, 59(11), 1027-1034.

  9. Beesdo, K., Knappe, S., & Pine, D. S. (2009). Anxiety and anxiety disorders in children and adolescents: Developmental issues and implications for DSM-V. Psychiatric Clinics of North America, 32(3), 483-524.

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